Fr. William A. Thaden
2o domingo de la Pascua
7 de abril de 2013
Mientras estaba en Roma, estuve expuesto a
increíbles obras de arte de muchos períodos de la
historia. Uno de mis artistas favoritos es Caravaggio,
un pintor del siglo 17. Su vida personal era un
desastre, pero sus pinturas como la Vocación de San
Mateo y El Martirio de San Mateo, fueron
fenomenales. Su uso del contraste entre la luz y la
oscuridad era dramático y expresivo de gran alcance.
Puse en la página de Facebook de la parroquia para
que vean ustedes la imagen de otra de sus obras, La
Incredulidad de Tomás. La encontraron en la pared
de una pequeña iglesia en un pueblo francés, y sólo en
1999 se descubrió que era un original de Caravaggio.
Se muestra a Thomas con su dedo hurgando en la
herida del costado de Cristo, e inclinándose para
examinarla agresivamente con lo que un crítico
describió como una "determinación clínica y forense"1
- como se examinan las pruebas en series de televisión
como C.S.I. o Bones. Es muy diferente del arte
anterior que representa un tímido Thomas ante Cristo
resucitado, apenas tocando la herida. Y todo esto es
muy distinto del Thomas que vemos en el Evangelio
de Juan, que no parece tocar las heridas en absoluto,
sino que responde inmediatamente con un acto de fe:
"¡Señor mío y Dios mío!" (Una respuesta que todavía
se oye en a la consagración del pan y el vino en la
misa).
La pintura fue profética, sin embargo, que el
pensamiento moderno ha adoptado la duda y el
escepticismo en lugar de la fe como la mejor forma de
llegar a la verdad. Lo que se conoce como la filosofía
de "modernismo" se desarrolla sobre todo alrededor
de la vuelta del siglo 20 con el auge de la era
industrial y el crecimiento de las ciudades, seguidos
por los horrores de la Primera Guerra Mundial. El
modernismo se caracteriza por el rechazo de la
certidumbre y también, como decía un artículo,
rechazando "la idea de un creador compasivo y
todopoderoso."2
Un pensador católico de nuestro tiempo, Gil
Bailie, hablando de la pintura de Caravaggio dice: "En
contraste con el Thomas del Evangelio de Juan, este
esencialmente moderno Thomas parece estar
buscando - no la prueba de la Resurrección - sino la
confirmación de sus dudas de ella. El artista ha
captado espléndidamente lo que iba a convertirse en
1 Bailie, Gil, CornerstoneForum.org, Easter 2013
2 http://en.wikipedia.org/wiki/Modernism
el espíritu de la época moderna - un escepticismo de
la voluntad haciéndose pasar por una búsqueda
honesta de la verdad."3
Mientras que el método científico y el análisis
crítico han transformado nuestra comprensión de
nuestro mundo, estas no son las únicas maneras de
conocer o descubrir la verdad. De hecho, Jesús parece
dar a entender en el Evangelio de hoy que hay una
ventaja de saber por la fe. Si bien podemos considerar
dichosos a los que estaban allí para verlo en ese cuarto
cerrado, pues Jesús, en respuesta a la proclamación de
la fe de Tomas, dice,"Dichosos los que creen sin haber
visto." ¿Podría ser que llegar a conocer a través de
compartir testimonios y por la gracia, por fe, y no sólo
a través de pruebas empíricas (de especie de C.S.I.),
puede conducirnos a un conocimiento más profundo?
Para conocer por la fe a Jesús como resucitado,
todavía tenemos que experimentar nosotros mismos su
vida resucitada. Esto no es un hecho contable,
medible, pero es verdaderamente una experiencia a la
que los pecadores y santos a través de los siglos han
dado testimonio. Experimentamos la evidencia de
Cristo Resucitado en la santidad que se ha
manifestado a través de los siglos, inspirando y
renovando la Iglesia. Nos convertimos en testigos de
la resurrección cuando nuestra propia vida se libere
por el amor de Dios y experimentemos un
renacimiento.
... Sin embargo, hoy muchos consideran esto ingenuo,
anti-intelectual, anticuado. Este tipo de conocimiento
a través de la fe ha caído en desgracia en la era
moderna. La duda, sobre todo de cualquier autoridad
que pretenda enseñar la verdad, es la norma hoy en
día. La autoridad en la que más confíamos somos
nosotros mismos. Lo que le da autoridad a una
creencia es que a mí me parece bien. Entonces me
convierto en mí propio juez de lo que es bueno y
malo. No es por casualidad que esto suena igual que la
tentación en el Jardín del Edén, que comieran del
árbol del conocimiento del bien y del mal, para ser
como, saber como Dios. Esto no es menos cierto de
los católicos que de las personas no religiosas.
Ahora, no me malinterpreten. De ninguna
manera rechazo la ciencia. Viene de Dios. Tampoco
promuevo la creencia irreflexiva, acrítica sólo porque
la autoridad la ha declarado. Pero desafío a la creencia arrogante de que no es necesario buscar la voluntad de nuestro compasivo y todopoderoso Dios.
Yo reto al rechazo de la fe como anti-intelectual y el
despido práctico de la acción del Espíritu Santo en la
Iglesia, como Cristo prometió.
Hermanos y hermanas, si creemos que Cristo
está en su Iglesia y que el Espíritu Santo la guía
fielmente y la corrige, entonces esto guiaría nuestra
forma de pensar críticamente y la forma en que
llegamos a nuestras propias posiciones morales en
nuestras vidas. La Iglesia ha enseñado siempre que el
último criterio para decidir es la conciencia bien
formada. Pero, ¿ que estará formando nuestra
conciencia? ¿Sabe usted, no sólo lo que la Iglesia
enseña sobre temas corrientes, sino también por qué la
Iglesia lo enseña? ¿Ha hecho usted el trabajo de
aprender los cimientos de la enseñanza de la Iglesia
sobre las cuestiones esenciales de nuestro tiempo,
como el aborto, la pena de muerte, los
anticonceptivos, la reforma migratoria, y el tema de
actualidad candente de matrimonio entre dos personas
del mismo sexo?
Católicos muy bien intencionados están
discutiendo la cuestión del matrimonio entre personas
del mismo sexo de manera muy pública, como en
Facebook y otras redes sociales, asumiendo posiciones
muy públicos directamente en contra de la enseñanza
de la Iglesia. Esto me preocupa. No es cosa
inconsecuente anunciar públicamente que se opone
uno a la Iglesia en una cuestión moral importante
como esta, cuando cada vez que recibimos la
comunión estamos diciendo que estamos en comunión
con la Iglesia y con lo que ella cree y enseña.
Entonces, ¿qué estoy diciendo? ¿Que nadie tiene
derecho nunca a disentir de las enseñanzas de la
Iglesia? ¿Es que todo el pensar y descutir ya está
hecho y todo lo que queda para nosotros es creer
obedientemente? No. Lo que quiero decir es que
todos y cada uno de nosotros tenemos que decidir si
tenemos el valor de ser Católico con integridad en una
sociedad que rechaza no sólo la autoridad magisterial
de la Iglesia, sino aun la credibilidad de la fe.
Nosotros, como el Tomás de Caravaggio, nos hemos
vuelto completamente modernos en nuestros
pensamientos. Somos cada vez más cómodos con una
moralidad que no cuestiona nadie, sino permite que la
elección de todos sea bueno para ellos. Hemos, en
muchos casos aceptado el relativismo que supone que
lo que es bueno para mí puede no ser adecuado para
usted y que excluye la posibilidad de una verdad
moral objetiva. El valor más alto se ha colocado en
que todos tengan libertad para hacer lo que le da la
gana. Pero ¿dónde está la verdad en eso?
En el Evangelio de Juan, Jesús dice a Pilato: "...
para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la
verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz".
Y la respuesta de Pilato: "¿Qué es la verdad?" Está es
la pregunta. ¿De dónde deriva tu versión de la
verdad? En un diálogo que se ha desarrollado en mi
página de Facebook y se ha compartido a la página del
Sagrado Corazón, hice la pregunta: "¿Son tus
posiciones morales formados más por la cultura
popular o por tu fe?" Es una pregunta por la que cada
uno de nosotros necesitamos ser impugnada, porque
ninguno de nosotros podemos evitar la influencia de la
cultura en la que vivimos. ¿Empiezas a partir de la
enseñanza de la Iglesia tratando de entenderla, para
ver si es defendible y bien fundada? ¿O es que usted
comienza con la duda, el escepticismo con que la
Iglesia se atreve a pronunciar la verdad moral con
autoridad cuando no todo el mundo es católico ni
cristiano, incluso? Esta es la modernidad que nos
debilita. Nos anima a rechazar la doctrina moral antes
de comprenderla.
Ahora, casi todo lo que puedo hacer en el
espacio de una homilía es revolver la olla, hacerles
sentirse incómodos o hacerles pensar. Lo que
necesitamos, como iglesia de gente que piensa, es el
diálogo, la oportunidad de conversar con respeto,
compartir, y preguntar juntos, empezando por el “qué”
y el “por qué” de las enseñanzas morales de la Iglesia,
y traer todo lo que hemos escuchado en los medios de
comunicación hoy en día. Propongo que empecemos
el diálogo este miércoles por la noche a las 7:00 p.m.
aquí en la iglesia. Todos están invitados. La única
regla es que sea un diálogo respetuoso. Voy a empezar
por presentar brevemente el pensamiento de la Iglesia
sobre el matrimonio y su posición sobre el matrimonio
entre dos del mismo sexo, y luego permitir que suceda
un diálogo. El objetivo no es que gane alguien una
discusión. Si quieres venir a discutir, por favor
quédese en casa. Si quieres examinar cuidadosamente
el asunto teniendo en cuenta su propia experiencia, y
la experiencia de los demás, a la luz de la fe de la
Iglesia, entonces esto es para ti. No propongo que se
va a resolver nada. Sólo espero que nos vaya a abrir el
uno al otro y todos a un sentido más profundo de
conocer, ...a través de la fe.